martes, 19 de febrero de 2008

Crónica de una crisis anunciada

El problema del desabastecimiento alimentario pone al Supremo en una situación que no había estado nunca durante los 9 años de gobierno: ya la gente no se come el cuento de que la culpa es de alguien más. Así es, Huguito, el pueblo ya te achaca a ti solito el problema. No a tus ministros, no a los empresarios, ni siquiera al Imperio. Tú solito eres el culpable de que no haya leche, ni pollo, ni café y ahora tampoco arroz.

Y no importa cuánto esfuerzo hagas tú y tus secuaces para decir que no hay escasez sino "acaparamiento" por parte de los oligarcas empresarios, el hecho es que ya es obvio hasta para el más convencido del "proceso" de que lo que está fallando son las políticas económicas y que los controles excesivos están pasando factura.

Y si a eso le sumamos la inflación acelerada, el desempleo, el desastre de los hospitales, todos los gremios reclamando reivindicaciones laborales y pare usted de contar, la cosa no está nada bonita. Es más, es sumamente preocupante. Porque están servidos todos los elementos para una explosión social. En cualquier momento. Y Comandante, ni tú ni los que estamos en la otra acera estamos preparados para eso.

A menos que ése sea precisamente el juego al que estás apostando. Para tener la excusa de retrasar las elecciones y reinventar -otra vez- a la robolución, perdón, revolución. Ah, por cierto, te convendría igualmente que los trapitos de sus pugnas internas no se ventilaran en público, porque los heridos de esas reyertas por alguna extraña razón terminan todos declarando voluntariamente en Globovisión. ¿Curioso, no?

Un reconocido político me dijo ayer una interesante reflexión. Al Supremo se le enredaron al mismo tiempo tres ejes: el panorama internacional con el tema de Colombia y la ExxonMobil; la crisis económica, pues ya los dólares no dan para tanta gastadera desenfrenada, y la situación social ante un escenario de carestía. Pero él añadía un cuarto eje: la locura presidencial, que ya es obvia hasta para los que no somos psiquiatras.

¡Dios nos agarre confesados!

viernes, 1 de febrero de 2008

¡Ay, qué noche tan preciosa!

Esta semana cumplí años. La celebración del día que nacimos es un ritual que no comparto mucho. Me parece más apropiado celebrar todos los días que vivimos, más que recordar cuándo fue que llegamos a esta Tierra. Vivir a plenitud cada día es más reconfortante que el bonche y la tortica de un sólo día -lo cual de paso nos recuerda que las canitas se están haciendo más abundantes y que dentro de poco tendremos que considerar el botox como una opción necesaria.

Al final, el día del cumpleaños termina siendo más una reflexión sobre lo que hemos alcanzado que otra cosa. Pero en realidad debería ser un día para meditar sobre dónde estamos hoy y dónde queremos estar mañana. Porque sobre eso es lo que tenemos control. Lo pasado, pasado es. Yo he vivido una vida plena, con sus altos y bajos, pero muy rica en emociones y experiencias. Sin embargo, ahora es que tengo planes y cosas por hacer, conocer, vivir, sentir. Y ésa es mi verdadera celebración. El entusiasmo por lo que viene. La infinita oportunidad del descubrimiento continuo.

Esa noche, mientras un desafinado, pero bien intencionado coro entonaba "Ay, qué noche tan preciosa", no pensaba en los años que cumplí, sino en los que voy a cumplir. Y eso sí me emocionó.