sábado, 12 de abril de 2008

Orgullo nacional

Reconozco que soy seguidora de los venezolanos que trascienden nuestras fronteras. Bien sea en los deportes, la ciencia, la música, me encanta ver cómo gente parida por esta tierra pasa a ser referencia mundial.

Es así como me encanta ver cómo nuestros beisbolistas consiguen jugosos contratos en las mayores, cómo nuestros médicos pasan a ocupar importantes cargos en los grandes hospitales del mundo (aunque, por supuesto, lamento que sea talento que perdemos nosotros...), cómo nuestros artistas plásticos son exhibidos en museos de la mayor talla, cómo nuestros músicos cosechan grammies y nuestros actores comienzan a ser tomados en cuenta por Hollywood.

Pero si hay alguien que resume todas las emociones que me producen esos éxitos es Gustavo Dudamel. La suya es una historia de cuentos de hadas. Un talentosísimo joven que emerge del sistema nacional de orquestas juveniles -esa maravillosa obra del Maestro Abreu- y llega nada más a convertirse el próximo año en director titular de la Sinfónica de Los Ángeles. ¡Qué orgullo para los guaros! ¡Qué orgullo para todos los venezolanos!

Esta semana tuve oportunidad de volverlo a ver conducir la Orquesta Sinfónica de la Juventud Simón Bolívar en el Teatro Teresa Carreño y nuevamente me conmovió su energía, su entrega, su sencillez, su brillantez. ¡Ah, Barquisimeto, qué don tiene tu tierra para germinar tanto talento musical!

Dudamel es el ejemplo de los venezolanos que queremos formar: apasionados, emprendedores, disciplinados, visionarios, pero por sobre todo, con un profundo arraigo por su tierra, sus valores y su cultura. ¡Gracias, Maestro Abreu!