Para envidia del que lea esto en medio de lo que las futuras generaciones conocerán como el período del "no hay", hace unos días conseguimos cuatro litros de leche descremada en Río Chico, estado Miranda. Sí, créanlo o no, en Río Chico, de todos los lugares del país. Gracias al perseverante e irresistible charm de mi amiga Iris y mi hermana, obtuvimos el preciado líquido lácteo. 
Y es que ése el país que ahora tenemos. El de la búsqueda permanente de la leche, los huevos, el pollo, la carne... Y el barril de petróleo a más de 70 dólares. El país donde la gente se adapta a cada crisis con una asombrosa facilidad -y hasta generamos los más divertidos chistes al respecto. El país condenado a hundirse cada vez más en su propia apatía. En su dejar que alguien más resuelva. En el que muy pocos entienden lo que viene y menos hacen algo por evitarlo.
Para nuestros hijos es normal que el país esté dividido entre un bando y otro, que haya controles, que leamos y veamos en los noticiarios cómo el realismo mágico se apodera de la historia de este país y construye una novela cuyo final no podemos predecir, pero que sabemos que nadie está tratando lo suficientemente para ir cambiando el argumento a medida que se desarrolla esta trama funesta.
En fin, un país en el que la gente celebra cuando consigue leche. Y si es descremada... ¡es motivo de fiesta!

Y es que ése el país que ahora tenemos. El de la búsqueda permanente de la leche, los huevos, el pollo, la carne... Y el barril de petróleo a más de 70 dólares. El país donde la gente se adapta a cada crisis con una asombrosa facilidad -y hasta generamos los más divertidos chistes al respecto. El país condenado a hundirse cada vez más en su propia apatía. En su dejar que alguien más resuelva. En el que muy pocos entienden lo que viene y menos hacen algo por evitarlo.
Para nuestros hijos es normal que el país esté dividido entre un bando y otro, que haya controles, que leamos y veamos en los noticiarios cómo el realismo mágico se apodera de la historia de este país y construye una novela cuyo final no podemos predecir, pero que sabemos que nadie está tratando lo suficientemente para ir cambiando el argumento a medida que se desarrolla esta trama funesta.
En fin, un país en el que la gente celebra cuando consigue leche. Y si es descremada... ¡es motivo de fiesta!